👉9th CÍRCULO DEL INFIERNO - JESUÍTAS
https://www.chiesaviva.com/il%20nono%20cerchio/the%20ninth%20circle.pdf
👉 LOS SACRIFICIOS SATÁNICOS DE HOLLYWOOD Y LOS ZAPATOS ROJOS DEL 9° CÍRCULO
Mi nombre es Anneke Lucas y fui esclava sexual de la élite de Europa a los 6 años
https://www.globalcitizen.org/es/content/anneke-lucass-harrowing-tale-of-sex-trafficking-am/
Esta historia es la segunda de una serie llamada “Mujeres reales, historias reales”, un proyecto social diseñado para promover el conocimiento sobre el sufrimiento, a menudo desapercibido, que padecen las mujeres en diferentes profesiones y lugares alrededor del mundo. Lee la primera historia de la serie aquí .
Cuando era una niña en mi nativa Bélgica, me pusieron a trabajar como esclava sexual.
Mi madre me vendía, y me llevaba a cualquier lugar, en cualquier momento que la llamaran. El jefe de esta red de pederastas era un ministro del gabinete belga. Los clientes eran miembros de la élite. Reconocía a personas de la televisión. Sus caras eran familiares para las masas, aunque yo conocía el lado oscuro de su adicción al poder, el lado que nadie creería que existía. Me crucé con altas personalidades, jefes de estado europeos, e incluso un miembro de la familia real.
Cerca de mi sexto cumpleaños, en 1969, me llevaron a una orgía por primera vez, en un castillo. Me usaron para un espectáculo sadomasoquista, en un escenario bajo, encadenada con un collar de hierro para perros y me hicieron comer heces humanas. Después, cuando me dejaron tirada ahí como un objeto roto, me sentí tan humillada, que tenía que hacer algo para salvar mi alma, o de lo contrario, y de eso estaba segura, me hubiera marchitado y muerto.
Me levanté, y me paré observando a la bizarra multitud de aristócratas vestidos como hippies, balanceándose con la música en varios niveles de interacción sexual, ocupados tomando pequeñas píldoras y porros ya enrollados que los meseros sobrios les acercaban en bandejas de plata. Temblaba de miedo, pero mi cuerpo se enderezó e inmovilizó como un arco en suspenso antes del tiro, y oí mi voz como si no fuera mía, regañando a los adultos, diciéndoles que esto estaba mal, que les iba a contar a los demás sobre ellos, y que todos irían a la cárcel.
Una música alucinante y espacial inundaba la atmósfera y la mayoría de las personas estaban demasiado drogadas para notarme. Un hombre, en un traje de negocios, captó mi vista. Se veía asustado, pero me sostuvo la mirada por un momento, y parecía sentir algo por mí. Luego se fue. Nunca más lo volví a ver en la red, pero años después lo reconocí en la televisión. Se convirtió en un prominente político belga.
Me sacaron silenciosamente y me llevaron a un sótano. Estaba segura de que me iban a matar, pero en cambio me mostraron el cadáver fresco de una joven víctima de asesinato. Debía guardar silencio.
Durante la semana, iba a la escuela. Era una niña tímida, con pocos amigos. Recuerdo, una vez, en segundo grado, al darme cuenta de cómo cambió la energía en el salón, cuando todas las miradas estaban sobre mí. La maestra había estado llamándome y yo estaba demasiado ausente para oírla. Me preguntó en voz alta si sabía la respuesta a la pregunta que había hecho, y yo me quedé sentada, en un silencio vergonzoso mientras la clase reía.
Yo era un ser nulo en la escuela, y en casa nadie se preocupaba por mí. Recibía más atención en la red. Me hacía sentir bien ser vista como el objeto más perfectamente hermoso y sensual por hombres poderosos con altos estándares de gusto. Esto era lo único positivo en mi vida, y me aferré a eso como mi única balsa para evitar ahogarme en un mar de vergüenza y autoaversión.
Después de cuatro años de supervivencia en la red, cuando tenía 10 años, un nuevo invitado trajo a su hijo de 20 años: alto, elegante, rubio y de ojos azules. Avanzó audazmente hacia mí. Sonreí, y me llamó pequeña zorra. Nunca, desde la primera vez que me habían llevado a una orgía, cuatro años atrás, había expresado mis verdaderos sentimientos. Estaba furiosa.
“¿Crees que me gusta estar aquí?" dije con desdén.
Esta interacción dio inicio al año más intenso de mi vida, en el cual, más que nunca, me sentiría amada, vista y comprendida, y sería más maltratada que nunca, todo por el mismo joven. Un año después, cuando él ya había terminado conmigo, yo ya no era útil para la red, y me iban a matar. Cuando mi tortura comenzó, él se quedó viendo, riendo.
Esta era la tercera vez que me sentía con una fuerza de otro mundo. Un orgullo feroz enderezó mi cuerpo. Me quemaron con un cigarrillo encendido en el antebrazo. Mi cuerpo se aferró a eso en puro desafío. Pensaba “¡No te necesito!” y todo lo que podía ver era la energía que se escondía detrás de sus ojos, como un océano turbulento, y a su vez, el amor que sentía a pesar de todo el dolor que me había infligido.
Me llevaron a un cuarto pequeño, y me ataron a una mesa de carnicero. El hombre que me torturó fue uno de los acusados en el tristemente célebre Caso Dutroux, el cual, cuando estalló la noticia en 1996, se pensó que haría volar en pedazos la red belga de pederastas. Sin embargo, ocho años después, solo Marc Dutroux recibió cadena perpetua. Debí haber muerto esa noche en 1974 en esa mesa de carnicero, pero me salvaron la vida en el último minuto.
Mientras me torturaban, el joven había estado negociando con el personaje político que era el jefe de la red. Hicieron un trato: él trabajaría para el político, extendería sus sombríos servicios a cambio de mi vida. Esta buena acción finalmente le costaría su propia vida. En este medio, cualquier pizca de humanidad es una debilidad mortal.
Me perdonaron la vida, y me dijeron que me callara para siempre. Me tomó 40 años antes de que pudiera hablar....
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