jueves, 1 de mayo de 2025

¿Tasas de autismo? 1 de cada 2500 en la década de 1970; ahora, 1 de cada 36 niños para 2023.

En 1962, los niños recibían 5 dosis de vacunas para 5 enfermedades. Para 2025, serán 73 dosis para más de 15 enfermedades, un aumento de 14 veces en la cantidad de vacunas que afectan al sistema inmunitario de los jóvenes. ¿Tasas de autismo? 1 de cada 2500 en la década de 1970; ahora, 1 de cada 36 niños para 2023.

La correlación no implica causalidad, pero el silencio sobre esta superposición es ensordecedor. Algunos países usan la mitad de las dosis y no observan este aumento.
¿Estamos protegiendo a los niños o alimentando un sistema que se lucra con cada dosis?

El Dr. Paul Thomas lanza una bomba: ¡Las vacunas impulsan la crisis del autismo!

En una interesante discusión, el Dr. Paul Thomas aborda el polémico tema de la causalidad del autismo, desafiando la narrativa dominante con una afirmación contundente: el vínculo entre las vacunas y el autismo no solo es plausible, sino que está respaldado por evidencia sustancial.

Argumenta que la distinción entre correlación y causalidad se ha visto empañada por la reticencia a reconocer verdades incómodas. El Dr. Thomas enfatiza que establecer la causalidad requiere múltiples estudios que muestren resultados consistentes, un mecanismo de acción claro y una explicación razonable de los efectos observados; criterios que, en su opinión, se cumplen en el caso del autismo relacionado con las vacunas.

El Dr. Thomas señala una gran cantidad de estudios, muchos de los cuales detalla en su libro Vaxxed vs. Unvaxxed, que demuestran
cómo toxinas como el aluminio y el mercurio, presentes en las vacunas, contribuyen al autismo. El aluminio, presente en la mayoría de las vacunas, y el mercurio, aún presente en las vacunas multidosis contra la gripe y en cantidades mínimas en otras, están implicados en la activación inmunitaria.

Esta respuesta inmunitaria desencadena inflamación cerebral, lo que provoca afecciones como el intestino permeable y el cerebro permeable, que amplifican la toxicidad de las exposiciones ambientales. Estos mecanismos, respaldados por estudios que muestran marcadores inflamatorios elevados, resultan en lo que el Dr. Thomas describe como un "cerebro en llamas", un estado que puede manifestarse como autismo.

La solución, según el Dr. Thomas, es sencilla pero radical: suspender las vacunaciones y observar los resultados. Predice una disminución drástica no solo del autismo, sino también de otras enfermedades crónicas, que se han disparado en las últimas décadas.

Si bien reconoce que las vacunas no son las únicas culpables en un mundo saturado de toxinas —como colorantes alimentarios, pesticidas y medicamentos como el paracetamol, que magnifica la toxicidad—, el Dr. Thomas insiste en que eliminar las vacunas sería un cambio radical. Aboga por un enfoque holístico: dejar de vacunar, consumir alimentos orgánicos, evitar los productos químicos nocivos y realizar cambios sencillos en el estilo de vida para garantizar la salud de los niños.

El mensaje del Dr. Thomas es un llamado a reevaluar el statu quo. Insta a padres y pediatras a confrontar el "elefante en la habitación" y considerar la evidencia de que las vacunas, lejos de ser inocuas, podrían ser un factor importante en la epidemia de autismo.

Al tomar decisiones informadas —evitando las vacunas, adoptando dietas saludables y reduciendo la exposición a sustancias tóxicas—, las familias pueden proteger a sus hijos de diversas enfermedades crónicas. Su desafío al sistema médico es claro: dejen de vacunar, y los resultados hablarán por sí solos.

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