lunes, 30 de junio de 2025

Cuando los políticos llegan al poder, su lenguaje se vuelve confuso

 Cuando los políticos llegan al poder, su lenguaje se vuelve confuso

 

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 Es bien sabido que los partidos gobernantes suelen perder votantes con el tiempo, el llamado coste de gobernar. Pero un nuevo estudio de Frederik Hjorth, profesor asociado de Ciencias Políticas en la Universidad de Copenhague, documenta un efecto secundario menos conocido, pero potencialmente crucial, de estar en el gobierno: los políticos empiezan a hablar con menos sencillez y de forma menos comprensible.

 "Observamos que los políticos en el gobierno utilizan un lenguaje más complejo que sus colegas de la oposición, no porque quieran, sino porque tienen que hacerlo", afirma Hjorth.

1,5 millones de fragmentos de texto revelan el patrón
El estudio, publicado en la revista Comparative Political Studies, se basa en el análisis de casi 1,5 millones de fragmentos de texto de discursos parlamentarios a lo largo de tres décadas. Utilizando tecnología lingüística, Frederik Hjorth midió la comprensión de los discursos y la comparó con la situación de si el orador estaba en el gobierno o no.

Los resultados son claros: cuando los políticos entran en el gobierno, su lenguaje se vuelve menos simple. Pero cuando vuelven a dejar el gobierno, vuelven a un lenguaje más comprensible.

"Esto sugiere que no se trata de estilo personal ni de formación, sino de las exigencias y funciones a las que uno está sujeto como ministro", explica Hjorth.

Hjorth destaca tres factores que contribuyen a este efecto:

Jerga burocrática: Los ministros tienen que lidiar con detalles técnicos y legales. Funciones formales: por ejemplo, deben presentar proyectos de ley que a menudo están redactados en un lenguaje complejo.
Elección de temas: Los políticos gubernamentales hablan más sobre temas complejos como la regulación y la gestión de crisis, y menos sobre temas ideológicamente claros como los impuestos y la inmigración.
"No es que no quieran hablar con claridad, sino que su función les obliga a hablar de temas difíciles con precisión", señala Hjorth.

 Los votantes prefieren la simplicidad.
Pero los votantes no premian la complejidad. En un experimento con más de 4000 participantes, Hjorth demuestra que los políticos que usan un lenguaje sencillo reciben una valoración más favorable, incluso cuando el contenido es el mismo.

"Esto confirma que existe un coste político real por hablar de forma compleja. Los votantes simplemente prefieren la simplicidad", afirma.

El estudio también señala una posible explicación de la popularidad de los movimientos populistas: los populistas pueden hablar de forma sencilla y directa, algo que a los políticos gubernamentales les resulta más difícil.

"Los populistas suelen enfatizar que las élites han perdido el contacto con la gente. Este estudio sugiere que la crítica es correcta en cierto sentido: un lenguaje más tecnocrático es parte del precio de la rendición de cuentas del gobierno", afirma Hjorth.

Según él, el estudio demuestra que el poder del gobierno no solo cuesta a los votantes. También cuesta la capacidad de comunicarse con sencillez.

"Esto le da a la oposición una ventaja retórica y puede ayudar a explicar por qué los partidos gobernantes a menudo pierden apoyo y por qué nuevos contrincantes, lingüísticamente agudos, ganan terreno", concluye Hjorth.

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