jueves, 7 de agosto de 2025

Existe todo un cuerpo emergente de investigación científica que vincula el microbioma con la salud mental

 Existe todo un cuerpo emergente de investigación científica que vincula el microbioma con la salud mental: lo que llaman la conexión intestino-cerebro.

 El eje intestino-cerebro: interacciones entre la microbiota entérica y los sistemas nerviosos central y entérico

 https://pmc.ncbi.nlm.nih.gov/articles/PMC4367209/

 Evidencia sólida sugiere que la microbiota intestinal desempeña un papel importante en las interacciones bidireccionales entre el intestino y el sistema nervioso. Interactúa con el SNC regulando la química cerebral e influyendo en los sistemas neuroendocrinos asociados con la respuesta al estrés, la ansiedad y la función de la memoria. Muchos de estos efectos parecen ser específicos de cada cepa, lo que sugiere un posible papel de ciertas cepas probióticas como una nueva estrategia adyuvante para trastornos neurológicos. Además, los efectos del SNC en la composición de la microbiota probablemente estén mediados por una perturbación del hábitat luminal/mucoso normal que también puede restaurarse mediante el uso de probióticos y posiblemente mediante la dieta. En la práctica clínica, un ejemplo de esta interacción lo constituyen los trastornos funcionales del tracto gastrointestinal (TGIF), en particular el síndrome del intestino irritable (SII), ahora considerado un trastorno de la microbiota-GBA.

El efecto de la microbiota intestinal en la salud mental: el eje intestino-cerebro

 https://pmc.ncbi.nlm.nih.gov/articles/PMC5641835/

 La comunicación bidireccional entre el sistema nervioso central y la microbiota intestinal, conocida como el eje intestino-cerebro, ha suscitado gran interés en los últimos años. Cada vez hay más evidencia que asocia la microbiota intestinal con enfermedades tanto gastrointestinales como extragastrointestinales. La disbiosis y la inflamación intestinal se han vinculado con diversas enfermedades mentales, como la ansiedad y la depresión, muy prevalentes en la sociedad actual. Los probióticos tienen la capacidad de restablecer el equilibrio microbiano normal y, por lo tanto, podrían desempeñar un papel en el tratamiento y la prevención de la ansiedad y la depresión. Esta revisión tiene como objetivo analizar el desarrollo de la microbiota intestinal, la relación entre la disbiosis y la ansiedad y la depresión, y las posibles aplicaciones de los probióticos para reducir los síntomas.


 El eje intestino-cerebro: influencia de la microbiota en el estado de ánimo y la salud mental

  https://pmc.ncbi.nlm.nih.gov/articles/PMC6469458/

 El eje intestino-cerebro es una red de comunicación bidireccional que conecta los sistemas nervioso entérico y central. Esta red no solo es anatómica, sino que también incluye vías de comunicación endocrinas, humorales, metabólicas e inmunitarias. El sistema nervioso autónomo, el eje hipotálamo-hipofisario-adrenal (HPA) y los nervios del tracto gastrointestinal conectan el intestino y el cerebro, permitiendo que el cerebro influya en las actividades intestinales, incluida la actividad de las células efectoras inmunitarias funcionales; y que el intestino influya en el estado de ánimo, la cognición y la salud mental. 


La evidencia clínica, epidemiológica e inmunológica sugiere que la microbiota entérica influye de forma extensa y profunda en la relación intestino-cerebro (es decir, en el estado mental, la regulación emocional, la función neuromuscular y la regulación del HPA). La investigación continúa dilucidando los mecanismos de acción que explican los efectos de la microbiota, tanto directos como indirectos, en los centros emocionales y cognitivos del cerebro¹ y ha demostrado que las fluctuaciones de la microbiota están vinculadas a cambios en estos sistemas de comunicación².

Por ejemplo, varios trastornos del estado de ánimo, como la ansiedad, la depresión y los trastornos del espectro autista, tienen vínculos bien establecidos con alteraciones funcionales gastrointestinales, mientras que las enfermedades gastrointestinales (p. ej., el síndrome del intestino irritable, la enfermedad del intestino irritable) suelen presentar comorbilidades psicológicas asociadas con la alteración del microbioma intestinal³-¹. Además, la investigación ha demostrado que la composición de las bacterias intestinales parece influir en el desarrollo neurológico fetal y neonatal¹.¹ Y, como era de esperar, también se ha demostrado que la dieta influye en el impacto del microbioma intestinal en la función cognitiva¹.¹

La conexión cerebro-intestino
 https://www.hopkinsmedicine.org/health/wellness-and-prevention/the-brain-gut-connection

 https://my.clevelandclinic.org/health/body/the-gut-brain-connection

Si alguna vez has seguido tu instinto para tomar una decisión o has sentido mariposas en el estómago cuando estás nervioso, probablemente estés recibiendo señales de una fuente inesperada: tu segundo cerebro. Oculto en las paredes del sistema digestivo, este "cerebro intestinal" está revolucionando la comprensión de la medicina sobre la relación entre la digestión, el estado de ánimo, la salud e incluso la forma de pensar.

Mujer con un vaso de jugo de naranja

Los científicos llaman a este pequeño cerebro sistema nervioso entérico (SNE). Y no es tan pequeño. El SNE está formado por dos finas capas de más de 100 millones de células nerviosas que recubren el tracto gastrointestinal desde el esófago hasta el recto.

¿Qué controla el cerebro intestinal?
A diferencia del gran cerebro del cráneo, el SNE no puede llevar la cuenta bancaria ni escribir una nota de amor.
Su función principal es controlar la digestión, desde la deglución hasta la liberación de enzimas que descomponen los alimentos y el control del flujo sanguíneo que ayuda con la absorción de nutrientes y su eliminación. El sistema nervioso entérico no parece capaz de pensar como lo conocemos, pero se comunica con nuestro gran cerebro, con resultados profundos.

El SNE puede desencadenar grandes cambios emocionales en las personas que padecen el síndrome del intestino irritable (SII) y problemas intestinales funcionales como estreñimiento, diarrea, hinchazón, dolor y malestar estomacal. Durante décadas, investigadores y médicos creyeron que la ansiedad y la depresión contribuían a estos problemas. Sin embargo, nuestros estudios y otros demuestran que también podría ser al revés. Los investigadores están encontrando evidencia de que la irritación en el sistema gastrointestinal puede enviar señales al sistema nervioso central (SNC) que desencadenan cambios de humor.

Estos nuevos hallazgos podrían explicar por qué un porcentaje mayor de lo normal de personas con SII y problemas intestinales funcionales desarrollan depresión y ansiedad. Se trata de datos importantes, ya que entre el 30 % y el 40 % de la población presenta problemas intestinales funcionales en algún momento.

 Aún más por aprender sobre la conexión mente-intestino
Las investigaciones sugieren que la actividad del sistema digestivo también puede afectar la cognición (capacidad de pensamiento y memoria). Investigadores de Johns Hopkins y otros centros están explorando el impacto de estos hallazgos.

Otra área de interés:
Descubrir cómo las señales del sistema digestivo afectan el metabolismo, aumentando o reduciendo el riesgo de padecer enfermedades como la diabetes tipo 2. Esto implica interacciones entre las señales nerviosas, las hormonas intestinales y la microbiota (las bacterias que viven en el sistema digestivo).

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