Tras los muros de las yeshivás: El abuso sexual oculto en las comunidades haredíes - opinión
Parece que cada vez que surge un nuevo escándalo, la profunda fractura dentro de la comunidad haredí vuelve a quedar expuesta.
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Aproximadamente uno de cada cinco hombres y niños en Israel sufre abuso sexual en la infancia, y cerca del 63% de los niños tratados pertenecen a la comunidad haredí (ultraortodoxa), según un estudio realizado por el movimiento Ne'emanei Torá Va'Avodá con datos del Ministerio de Bienestar.
Paradójicamente, en una sociedad que parece proteger a los suyos, el peligro ocurre a puerta cerrada, en yeshivot, mikvehs, sinagogas y otros espacios exclusivamente masculinos donde los hombres aparentemente no tienen nada que temer.
Mientras que las hijas en la comunidad están fuertemente vigiladas, los niños quedan menos protegidos, con el abuso que sufren enterrado en el silencio y las víctimas se vuelven invisibles.
La mayoría no encuentra el coraje para hablar hasta que transcurren, en promedio, 20 años. Solo entonces pueden superar el miedo al lashón hará (chismes), a convertirse en blanco de rumores o a dañar la reputación del abusador, quien a menudo es una figura de autoridad, como un rabino, un educador o un "policía comunitario" como Chaim Rotter, de la organización "Shomrim", quien se suponía debía proteger, pero en cambio se convirtió en el perpetrador.
Parece que cada vez que surge un nuevo escándalo, como los casos de Yehuda Meshi-Zahav, Chaim Walder, Yaakov Stern y ahora Rotter, la profunda fractura dentro de la comunidad haredí queda expuesta una vez más. Una comunidad en la que el abuso sexual generalizado ha tenido lugar durante años bajo un velo de secretismo, mientras que, al mismo tiempo, fuertes mecanismos comunitarios reprimen y ocultan los hechos, todo en nombre de "honrar la Torá" y mantener "los trapos sucios dentro de casa".
El abuso sexual de hombres religiosos no es solo una violación física; es una violación espiritual que desgarra el mundo interior de la víctima. A diferencia del público en general, las víctimas de la comunidad haredí sienten una triple traición: los líderes espirituales o comunitarios son quienes las traicionan y las dañan. El padre no vio ni protegió. Dios no me protegió. Y el abusador, a menudo una figura paterna o autoridad en la vida de la víctima, explotó y derramó su sangre.
La vergüenza y la culpa envuelven el trauma físico en un profundo dolor espiritual, que a veces lleva al abandono de la identidad religiosa o a la ruptura de vínculos con la comunidad. Muchos hablan de desesperación, pensamientos suicidas y, sobre todo, la sensación de no tener dónde ni con quién hablar.
Línea nacional de ayuda para hombres haredí
La línea nacional de ayuda para niños y hombres del sector haredí que han sido abusados sexualmente se fundó precisamente por esta razón: ofrecer un espacio seguro y discreto donde las víctimas puedan ser escuchadas.
La línea está atendida por voluntarios que comparten los valores, el idioma cultural y la fe de quienes llaman. Reciben una formación exhaustiva que les permite llevar conversaciones complejas y prestar servicios desde el centro de apoyo, incluyendo sesiones de asistencia, acompañamiento en procesos penales y legales, derivaciones a terapia individual o grupal y asistencia para el ejercicio de sus derechos.
A menudo, el reto no es solo escuchar, sino soportar el dolor sin dejarse abrumar por él. Cada historia revela una realidad en la que un mundo entero clama ayuda en silencio, contra una comunidad que a veces no quiere escuchar y una sociedad en general que no siempre comprende.
Mientras quienes ostentan el poder sean a veces también los perpetradores, nuestra responsabilidad es ser su voz, recordarles a todos que merecen validación, protección y sanación.
Este silencio ya se ha cobrado demasiadas víctimas. Ahora es el momento de elegir no permanecer en silencio, sino acompañarlos, verlos y comenzar a reparar.
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