El principio transformador: el ADN, la molécula de la herencia
https://digitalcommons.rockefeller.edu/transforming-principle-dna/10/
PHOEBUS LEVENE
La historia del ADN es una de las más fascinantes de la ciencia moderna. Contrariamente a la creencia popular, el descubrimiento de la estructura química y la función biológica del ácido desoxirribonucleico (ADN) no se produjo en varios años del siglo XX y no fue realizado por un pequeño y selecto grupo de científicos. Resolver los problemas del ADN fue similar al arduo trabajo de ensamblar las muchas piezas aisladas de un gran rompecabezas. Un gran número de científicos que trabajan en una variedad de campos contribuyeron al resultado final, pero pocos recibieron algo más significativo que la satisfacción personal de haber sido un participante.
En 1928, Frederick Griffith, un genetista británico, descubrió lo que llamó un principio de transformación en el que una bacteria no virulenta se convertía en virulenta. No fue hasta dieciséis años después que Avery, MacLeod y McCarty identificaron el “principio transformador” de Griffith como el ADN.
La primera de una nueva serie "Uniendo la ciencia y la medicina", esta exhibición presenta la investigación de Oswald Avery que condujo al desarrollo de la primera vacuna para la neumonía neumocócica, pero también lo llevó a él y a sus colegas Colin M. MacLeod y Maclyn McCarty a hacer un inesperado descubrimiento en 1944: que el ADN es la sustancia que transmite la información hereditaria, hallazgo que marcaría el rumbo de la investigación biológica para el resto del siglo.
En 1929 Phoebus Levene en el Instituto Rockefeller identificó los componentes que forman una molécula de ADN. Esos componentes son:
las cuatro bases
Adenina (A)
Citosina (C)
Guanina (G)
Timina (T)
Azúcar
Fosfato
Demostró que los componentes del ADN estaban unidos en el orden fosfato-azúcar-base. Fundamentalmente, distinguió los dos subtipos de ribosa: desoxirribosa y ribosa. Levene acuñó la disposición del grupo de azúcar, base y fosfato como un 'nucleótido'.
Sin embargo, Levene pensó que la cadena era corta y que las bases se repetían en el mismo orden fijo. Fueron Torbjorn Caspersson y Einar Hammersten quienes demostraron que el ADN era, de hecho, un polímero.
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