Bajo el liderazgo del Comisionado de la FDA, @DrMakaryFDA, y el Director del CBER, Vinayak Prasad, la @US_FDA finalmente está rompiendo con la política de vacunas universales que autorizaba las vacunas contra la COVID-19 para todos los estadounidenses mayores de 6 meses. ❗❗La era de las vacunas de refuerzo contra la COVID-19 aprobadas automáticamente ha terminado.❗❗ Las vacunas de refuerzo se centrarán ahora en los grupos de alto riesgo, y las personas de bajo riesgo no se enfrentarán a nuevas autorizaciones sin datos clínicos de referencia. Este cambio marca un regreso largamente esperado a la integridad científica y la libertad médica.
La FDA aprobará vacunas para personas de alto riesgo y, al mismo tiempo, exigirá datos sólidos y de referencia sobre personas de bajo riesgo. Creemos que se puede confiar en el pueblo estadounidense con recomendaciones matizadas y basadas en la evidencia.Under the leadership of FDA Commissioner @DrMakaryFDA and CBER Director Vinayak Prasad, @US_FDA is finally breaking away from the one-size-fits-all vaccine policy that authorized COVID shots for every American over 6 months old. The era of rubber-stamping COVID boosters is over.… https://t.co/lnmpcBV4dN
— Secretary Kennedy (@SecKennedy) May 21, 2025
Lea la nueva postura política de la FDA aquí, escrita por @DrMakaryFDA y el Dr. Vinay Prasad, director del CBER.
The FDA will approve vaccines for high-risk persons and, at the same time, demand robust, gold-standard data on persons at low risk. We believe the American people can be trusted with nuanced recommendations rooted in evidence.
— U.S. FDA (@US_FDA) May 21, 2025
Read the FDA’s new policy position here, written by…
https://www.nejm.org/doi/full/10.1056/NEJMsb2506929
En los últimos 5 años, Estados Unidos ha adoptado un programa anual de refuerzo contra la COVID-19. Cada otoño, se desarrollan dosis de refuerzo contra la COVID-19, junto con las vacunas contra la influenza estacional, y se recomiendan para todos los estadounidenses. En comparación con las políticas de vacunación de todos los países europeos, la política estadounidense ha sido la más agresiva (véase la Figura 1). Mientras que el resto de los países de altos ingresos limitan las recomendaciones de vacunación a los adultos mayores (normalmente mayores de 65 años) o a quienes presentan un alto riesgo de padecer COVID-19 grave, Estados Unidos ha adoptado un marco regulatorio universal y ha otorgado una amplia autorización de comercialización a todos los estadounidenses mayores de 6 meses. Esta política estadounidense se ha justificado en ocasiones argumentando que la población estadounidense no tiene la suficiente experiencia para comprender las recomendaciones basadas en la edad y el riesgo.Rechazamos esta opinión.
Si bien el rápido desarrollo de múltiples vacunas contra la COVID-19 en 2020 representa un importante logro científico, médico y regulatorio, el beneficio de la dosis repetida, especialmente entre personas de bajo riesgo que hayan recibido previamente múltiples dosis de vacunas contra la COVID-19, hayan tenido múltiples infecciones por COVID-19, o ambas, es incierto. La población estadounidense, al igual que muchos profesionales de la salud, sigue sin estar convencida.
Durante las últimas dos temporadas, la aplicación de la dosis anual de refuerzo contra la COVID-19 ha sido baja, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC). Menos del 25% de los estadounidenses recibieron dosis de refuerzo cada año, desde menos del 10% de los niños menores de 12 años en la temporada 2024-2025 hasta el 50% de los adultos mayores de 75 años. Incluso el personal sanitario se muestra reticente, con menos de un tercio participando en el programa de dosis de refuerzo de otoño de 2023-2024. Incluso podría haber un efecto dominó: la confianza pública en la vacunación en general ha disminuido, lo que ha resultado en una reticencia a vacunar que está afectando incluso a programas de inmunización vitales como el de la vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubéola (MMR), que se ha demostrado claramente como segura y altamente eficaz. En los últimos años, la reducción de las tasas de vacunación contra la MMR ha sido una preocupación creciente y ha contribuido a enfermedades graves y muertes por sarampión. En este contexto, la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) busca brindar orientación y fomentar la generación de evidencia. En adelante, la FDA adoptará el siguiente marco regulatorio de vacunación contra la COVID-19: Con base en la inmunogenicidad (prueba de que una vacuna puede generar títulos de anticuerpos en personas), la FDA anticipa que podrá hacer hallazgos favorables de beneficio-riesgo para adultos mayores de 65 años y para todas las personas mayores de 6 meses con uno o más factores de riesgo que las ponen en alto riesgo de resultados graves de COVID-19, como lo describen los CDC (Figura 2). Para todas las personas sanas (aquellas sin factores de riesgo de COVID-19 grave) entre las edades de 6 meses y 64 años, la FDA anticipa la necesidad de datos de ensayos controlados aleatorios que evalúen los resultados clínicos antes de que se puedan otorgar las Solicitudes de Licencia de Biológicos. En la medida de lo posible, al aprobar una vacuna contra la COVID-19 para grupos de alto riesgo, la FDA alentará a los fabricantes a realizar ensayos controlados aleatorios en la población de adultos sanos como parte de su compromiso posterior a la comercialización.
La Figura 3 muestra el diseño de estudio preferido por la FDA para dichos ensayos. Dado que existe un consenso global sobre las dosis de refuerzo anuales para el grupo de edad de 50 a 64 años, afirmamos que esta es una población ideal para futuros ensayos. El criterio de valoración principal preferido por la FDA en estos ensayos será la COVID-19 sintomática, con especial atención a varios criterios de valoración secundarios: COVID-19 grave, hospitalización y fallecimiento. Los cálculos del tamaño de la muestra deben apuntar a demostrar que las vacunas reducen la incidencia del criterio de valoración principal con un límite inferior del intervalo de confianza idealmente superior al 30 %. No se debe excluir a las personas que hayan tenido COVID-19 en el último año, ya que se necesita evidencia para el estadounidense promedio. El seguimiento debe extenderse por un mínimo de 6 meses para asegurar que persistan los beneficios iniciales de las dosis de refuerzo. El grupo de control podría recibir un placebo de solución salina para permitir la documentación del perfil completo de eventos adversos. En definitiva, estos estudios por sí solos pueden confirmar que la estrategia estadounidense de dosis de refuerzo repetidas a perpetuidad está basada en la evidencia. Figura 3
Nuevo marco regulatorio de la FDA para la vacunación contra la COVID-19.
Cabe destacar que la política de la FDA equilibra valores contrapuestos. En primer lugar, nuestra aceptación de los criterios de valoración inmunológicos garantiza que podamos proporcionar una aprobación oportuna a una amplia población. La gama de enfermedades en la definición de los CDC de alto riesgo de enfermedad grave es amplia, incluyendo la obesidad e incluso afecciones de salud mental como la depresión (Figura 2). Se estima que entre 100 y 200 millones de estadounidenses tendrán acceso a las vacunas de esta manera. En segundo lugar, nuestra política también equilibra la necesidad de evidencia. Simplemente desconocemos si una mujer sana de 52 años con un IMC normal, que ha tenido COVID-19 tres veces y ha recibido seis dosis previas de una vacuna contra la COVID-19, se beneficiará de la séptima dosis. Esta política obligará a generar evidencia, que es muy necesaria. En tercer lugar, nuestro estudio poscomercialización propuesto no excluye la realización de estudios aleatorizados adicionales, en particular estudios en poblaciones pediátricas. Cabe destacar que la evidencia actual sugiere un mayor riesgo en niños muy pequeños (menores de 4 años) que en niños mayores. Sin embargo, estos riesgos siguen siendo menores que los de los adultos de 65 años o más y similares a los de los adultos de 50 a 64 años, un área de equilibrio global. Como siempre, la FDA evaluará las solicitudes individuales caso por caso y evaluará la relación beneficio-riesgo de cada solicitud regulatoria.
La COVID-19 se diferencia de la influenza en varios aspectos. En primer lugar, el virus SARS-CoV-2 ha experimentado una evolución mutacional diferente a la de la influenza; la inmunidad inducida por la vacuna contra la COVID-19 podría no requerir actualizaciones anuales para obtener los resultados de salud más significativos clínicamente, pero tal vez pueda desencadenarse por un cambio antigénico significativo. En segundo lugar, la COVID-19 tiene transmisión estival, lo que puede facilitar la realización de estudios aleatorizados que se seguirán aplicando en períodos futuros. En tercer lugar, la inmunidad natural de la COVID-19 contra la enfermedad grave parece robusta.
La nueva filosofía de la FDA para la COVID-19 representa un equilibrio entre la flexibilidad regulatoria y un compromiso con la ciencia de referencia. La FDA aprobará vacunas para personas de alto riesgo y, al mismo tiempo, exigirá datos sólidos y de referencia sobre personas de bajo riesgo. Estos ensayos clínicos orientarán las futuras orientaciones de la FDA, pero lo que es más importante, proporcionarán información que los proveedores de atención médica y el pueblo estadounidense necesitan desesperadamente.
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